Pero en serio, ¿a qué se debe tal atracción? Considero que hoy encontré una posible respuesta a ello mientras un hombre detrás de mí saludaba a una pequeña niña.
Todas nuestras reacciones ante ellos se deben simplemente a la envidia. Desde el adolescente hasta el adulto (considero que los ancianos no entrarían en esta categoría) siente celos por el infante pues aquél sí que puede disfrutar cualquier momento sin cohibirse.
Sonreímos ante sus juegos porque nos evocan nuestros tiempos de infancia, los saludamos porque queremos hacer contacto con nuestro niño interior; y peor aún, podemos llegar a regañarles sólo porque nos asusta esa libertad que hace tanto perdimos.
Quizá no te vayas a poner a jugar con Transformes en Transmilenio, pero, ¿qué tal si empezamos saludando en general para establecer contactos entre nuestros niños internos y así sonreír con mayor frecuencia?